Detroit siempre ha sido una ciudad que ha despertado curiosidad, miedo y atracción. Esta ciudad empezó a enriquecerse a mediados de la década de 1950; de hecho, en la época Detroit podía competir con Nueva York y Nueva Orleans en el número de rascacielos.
En 1967, la policía irrumpió en un bar ilegal en Detroit. Los enfrentamientos y disturbios masivos duraron cinco días, tiempo en el que los ciudadanos robaron 2.500 tiendas, destruyeron 400 casas y 500 edificios más tuvieron que ser derribados debido al nivel de daños. Miles de pequeñas empresas decidieron transferir sus compañías a lugares más seguros y las consecuencias de este traslado fueron nefastas.
Después, en 1973 la crisis del petróleo golpeó a empresas como Chrysler, Ford o General Motors, fábricas que existían en Detroit. El precio de la gasolina aumentó, y los automóviles estadounidenses no pudieron competir con los modelos japoneses.
En 1980 el nivel de desempleo, pobreza y tasa de mortalidad infantil se multiplicó a pasos acelerados, lo cual hizo que se convirtiera en la ciudad más peligrosa y problemática en Estados Unidos.
Este es el contexto con el que muchos fotógrafos se han acercado a la ciudad fantasma, para explorar una ciudad que tuvo una época dorada de la que sólo quedan las cenizas.
Durante muchos años, la gran mayoría de distritos han permanecido desiertos. Los edificios abandonados atraían a traficantes de drogas, vándalos y delincuencia callejera.
Según algunos autores, Detroit es un lugar que ha experimentado una forma activa de auto-borrado, transitoriedad y pérdida, y este sentimiento ha incrustado en la psique de quienes viven en la ciudad o están de paso. Detroit también se ha convertido en una especie de símbolo y un presagio del fin del imperio estadounidense.
Estas fotografías muestran la naturaleza contradictoria y la complejidad de Detroit.
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