Quentin Lacombe intenta encontrar un equilibrio entre la estetización de los proyectos, su estructura y su mensaje. El fotógrafo de Lausanne, en su práctica documental y experimental y tomando un término astronómico, encuentra un equilibrio en su concepto intrigante, la sensibilidad de diseño completa e imágenes de referencia aguda.
“En astronomía”, explica, “un horizonte de eventos es el término que designa el límite alrededor de un agujero negro más allá del cual los eventos no se pueden propagar, por lo tanto, se deforma el espacio-tiempo circundante.
El proyecto de Quentin, en respuesta a esto, es un intento personal de construir una cosmología a través de medios fotográficos, lo que resulta en una serie de collages digitales, fotografías, representaciones en 3D y fotogramas publicados en un libro con el mismo nombre.
El proyecto comenzó cuando Quentin estaba estudiando fotografía en ÉCAL y varios factores se alinearon. Primero, concluyó que “el documental también permite un enfoque formal libre del tema y hace posible una interpretación subjetiva personal del tema. Al mismo tiempo, Quentin se encontraba consumiendo una gran cantidad de películas de ciencia ficción, incluyendo Blade Runner de Ridley Scott y They Live de John Carpenter.
Por último, Quentin quería explorar un tema que pudiera incorporar algún tipo de vínculo o experiencia personal. “Mi padre es astrofísico y crecí en este campo”, nos dice, “recuerdo bien las tardes que pasé en el Observatorio Meudon jugando en el laboratorio de mi padre, fantaseando con las estrellas, la astronomía y la ciencia en general. Intenté integrar esos sentimientos en el proyecto.
La “cosmología personal” producida como resultado de estos diversos elementos ve animales, materia orgánica, artefactos tecnológicos y objetos arquitectónicos vagando a lo largo de una línea de tiempo interminable, como si habitaran en este universo con una agencia equivalente en una ontología plana de tipo. El mundo fabricado de Quentin es uno donde los humanos se retiran de estas entidades, borrando los límites entre los conceptos científicos y metafóricos.
Al principio del proyecto, Quentin se encontró con el problema de cómo traduciría este “fenómeno astronómico infinito” al espacio inversamente finito de un libro. Como resultado, las imágenes fluyen de una página a otra en un ciclo sin fin. “Si quitas la cubierta, el libro se convierte en un objeto que funciona cíclicamente sin principio ni fin”, explica. Esta transición continua solo se ve favorecida por su elección de enlace japonés, que permite la ilusión de un flujo sin fin, no restringido por el borde de la página.
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