Las cifras del PIB revelan la recesión mundial más profunda experimentada desde la Gran Depresión. A lo largo de la historia de la humanidad, los parámetros nuevos y desconocidos de las crisis han desencadenado nuevas respuestas arquitectónicas. La arquitectura en tiempos de crisis es una realidad que nos ha acompañado, crisis tras crisis.
La necesidad es la madre de la invención. A lo largo de la historia, las pandemias, las recesiones económicas y las guerras de proporciones mundiales han sido catalizadores de grandes avances en la medicina, la tecnología y la ciencia, y también, en la arquitectura.
La arquitectura de la crisis toma forma de innovación porque los parámetros son nuevos y desconocidos, lo que requiere soluciones novedosas para condiciones nunca antes experimentadas. Esta arquitectura nace principalmente de 4 formas:
- Respuesta directa e inmediata a la crisis.
- Proyecto para aliviar la crisis.
- Forma de protección para el futuro en caso de que la crisis vuelva a golpear.
- Memorialización de la crisis y conmemoración de víctimas o líderes.
Obras como Architecture in uniform: Designing and building for the Second World War de Jean-Louis Cohen, The New Deal: A global history de Kiran Klaus Patel, Urban operations and network centric warfare de M. Christine Boyer y American pandemic: The lost worlds of the 1918 influenza epidemic de Nancy K. Bristow, recogen la realidad vivida por la arquitectura en tiempos de devastación y crisis.
Las muertes masivas y su influencia en la arquitectura
Las pandemias a lo largo de la historia han provocado muertes masivas a una escala sin precedentes. Un problema espacial clave era cómo lidiar con un número abrumador de cadáveres. En Londres, durante la Peste Negra (1346–53) y la Gran Plaga (1665–66), los “pozos de plaga” eran comunes. Se cree que alrededor de 50.000 cuerpos fueron enterrados en el pozo de peste más grande de Londres, en Charterhouse Square en Farringdon.
En el momento de la gripe española (1918-20), el problema de las fosas comunes no había desaparecido. Filadelfia, una de las ciudades estadounidenses más afectadas, experimentó cerca de 1.000 muertes al día en el pico de la pandemia y hubo que cavar fosas comunes con palas de vapor, mientras que seis plantas de almacenamiento en frío se utilizaron como morgues suplementarios. Esta reutilización temporal de edificios, estructuras y espacios urbanos existentes es un sello distintivo de la crisis.
En 1882, durante un brote importante de viruela en Gran Bretaña, los antiguos barcos de la Royal Navy fueron requisados, desmantelados, enlazados, reconfigurados como cascos de viruela y amarrados en el desolado Long Reach, 27 kilómetros río abajo del Puente de Londres. Durante la gripe española, el Drill Hall de la Estación de Entrenamiento Naval en San Francisco se convirtió en un área para dormir gigante dividida por pantallas de tela para estornudar a la altura de una persona para proteger contra la propagación de la infección. Del mismo modo, en Australia, el Royal Hall of Industries en el Royal Agricultural Society Showgrounds de Sydney se convirtió en una morgue y, en Melbourne, el Gran Salón del Royal Exhibition Building se convirtió en un gran hospital temporal. También se convirtieron en hospitales docenas de escuelas como Nowra State School en el país de Nueva Gales del Sur y Armadale State School en los suburbios de Melbourne.
También se requisaron importantes espacios públicos al aire libre. El Jubilee Oval en Adelaide y el Tenterfield Showgrounds en Ipswich, Queensland, por ejemplo, se utilizaron como campamentos de cuarentena contra la gripe, convirtiéndose en grandes ciudades de tiendas de campaña de la noche a la mañana. Las tiendas de campaña, rápidamente erigidas y bien ventiladas, también habían sido durante mucho tiempo una forma intrínseca de refugio en tiempos de guerra y fue la guerra en el siglo XX cuando la portabilidad de la tienda inspiró formas más grandes y permanentes, con la proliferación de diseños inventivos para estructuras prefabricadas para barracones, hospitales y hangares.
La Primera Guerra Mundial legó la forma semicilíndrica revestida de hierro corrugado de la cabaña prefabricada Nissen (1916), adaptada por los estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial como la cabaña Quonset (1941). En Arquitectura en uniforme, Jean-Louis Cohen señala que los avances en tiempos de guerra en plásticos, la química de resinas y adhesivos, maderas laminadas y tecnología de madera contrachapada (como la férula para piernas de Charles y Ray Eames que influyó en sus diseños de sillas de madera contrachapada) señalaron el hecho de que “La innovación se convirtió en una política oficial en todas las naciones en guerra”. Además de los hangares de lona Butler y las estructuras de madera” iglú “, la guerra también legó el puente Bailey portátil y prefabricado (1940-41) y Marston Mat, el tablón de acero perforado que habilitó las pistas de aterrizaje se construirá prácticamente en cualquier lugar, incluidos los sitios selváticos remotos de Papua Nueva Guinea y Filipinas. Muchos de estos materiales y estructuras innovadores se siguen utilizando en la actualidad.
Sin embargo, algunos inventos tuvieron una vida corta. Durante la gripe española, Kodak Australasia creó el “inhalatorium” para los empleados de su fábrica de Abbotsford en Melbourne. Dos veces al día y durante cuatro minutos a la vez, 10 trabajadores se pararon a cada lado de un volumen lineal similar a una casa y presionaron sus cabezas contra aberturas de forma ovalada desde las cuales se les roció vapor con una solución de sulfato de zinc en la cara. Esto estaba destinado a “desinfectar” sus gargantas y vías respiratorias. No hace falta decir que no funcionó.
En definitiva, la reutilización de espacios, nuevas estructuras y conceptos, vienen de estos tiempos revueltos donde la innovación es uno de los valores más necesarios para hacer frente a la nueva realidad que construiremos entre todos. La arquitectura en tiempos de crisis es una realidad, es una necesidad.
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