Luz, color y transparencia son recursos recurrentes en sus diseños de producto, de espacios e instalaciones, que resultan en sorprendentes efectos visuales. Sabine Marcelis inició sus estudios de diseño industrial en la escuela de arquitectura y diseño de la Victoria University of Wellington, para graduarse finalmente en 2011, en la Design Academy Eindhoven.
Tanto en sus producciones personales, como cuando recibe encargos de terceros, su método de trabajo se basa en la experimentación con materiales y la intervención en los procesos de realización, siempre con la supervisión de especialistas de la industria.
Trabaja en el puerto de Róterdam, en un edificio de coworking donde también está instalado el taller que produce sus piezas. «Me gusta porque cada día veo unos atardeceres increíbles en el agua», nos cuenta. Y son justamente esos dos elementos, la luz y su reflejo, los que dan sentido a sus objetos.
«Me gusta la variedad, ayuda a que me mantenga motivada. Mi tiempo de concentración es muy corto y por eso necesito trabajar en varias cosas al mismo tiempo. Pero en todo lo que hago siempre hay un empeño por encontrar algo mágico y nuevo, inesperado«. Para conseguirlo, la clave es la experimentación. «Cada proyecto empieza con la búsqueda de un material. Paso mucho tiempo en fábricas», explica. A Sabine le gustan los espejos porque tienen un elemento de sorpresa. «Requieren interacción con algo externo, ya sea una persona o un espacio. Son ítems que demandan atención», remata.
Ahora su nueva serie Ray recala en Side Gallery de Barcelona y custodia la flagship store de Massimo Dutti en el Passeig de GRàcia de la misma ciudad. En el estupendo local donde durante años se instaló Vinçon, Marcelis ha llevado el sol. «Los nenes y cristales naranjas y amarillos le dan un matiz de calidez primaveral que se anticipa al verano», concluye.
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