Piñas, cactus y flamencos: estos tres iconos tropicales han invadido por completo nuestras vidas estos últimos veranos, pero ¿qué hace que algo se ponga de moda?
– Piñas. Realmente las piñas siempre han estado de moda, especialmente entre la nobleza victoriana inglesa del siglo XVII, pues denotaban estatus y riqueza. Era muy difícil conseguir esta fruta, ya que procedía del Nuevo Mundo, y su producción en Inglaterra requería de la posesión de espacios e instalaciones adecuadas. La fiebre con esta fruta era tal que incluso había cierto tipo de negocios que las alquilaban para que la gente las utilizase como centros de mesa. Los vestigios de esa época nos llegan a través de los numerosos ornamentos arquitectónicos por toda Europa. En la actualidad ya no denota estatus, sino buen gusto. Los sociólogos hablan de sus connotaciones tropicales y de su adopción por la estética hipster.
– Cactus. Plantas de cactus reales, artificiales, serigrafiados o pintados en la ropa, esculturas, ilustraciones, elementos de todo tipo representando a esta planta… Los cactus estaban por todas partes. El xeropaisajismo, una tendencia que apuesta por los jardines con poca demanda de agua, los puso de moda. La tendencia rápidamente pasó de los jardines a las tiendas, y, en el festival de Coachella de 2017, la tendencia explotó. Las marcas no tardaron en tomar nota, y los gurús de moda profetizaron que el cactus sería la nueva piña. La decoración de interiores ha sido la última en sumarse a esta tendencia, ya que es un mundo más lento, y combina cactus reales con esculturas, o estampados que reflejan esta icónica forma.
– Flamencos. En 1957 el diseñador Donald Featherstone creó un flamenco rosa de plástico que se vendía a dos libras el par en Sears. Eran, como los describió el New York Times, “lo peor del mal gusto“. Su mala fama llamó la atención al director John Waters, y aparecieron en su película, Pink Flamingos (1972), que era una oda al feísmo, y llegó a convertirse en obra de culto. Consiguió reciclar la imagen del flamenco para convertirlo en un icono de la cultura gay y de la estética Kitsch. Durante las décadas siguientes, este ave rosa ha sido reivindicado con ironía, hasta que el diseñador Marc Jacobs lo elevó al altar de la alta costura. En su colección de Primavera de 2015 adornó varias prendas con estampados de estos pájaros. Otras marcas de lujo como Bottega Venetta, Gucci o Prada le siguieron. De la ropa pasó a la decoración, y, el resto, es historia.
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