El neoplasticismo, como gran parte de las corrientes artísticas surgidas a partir de finales del XIX, no se define por un conjunto de características formales y técnicas, sino por una idea estética, es decir, por una serie de valores filosóficos acerca del arte y de la vida. El neoplasticismo pretendía alcanzar lo intemporal, lo universal.
Estrechamente vinculado a la revista De Stijl (1917/8-1931) y a Piet Mondrian, el neoplasticismo fue uno de los primeros movimientos artísticos abstractos del siglo XX. Como el suprematismo, el neoplasticismo intentó trascender la realidad reduciéndola a formas geométricas y colores puros. Acertado o no, la historiografía del arte sostiene que el movimiento abstracto se dividió en dos grandes corrientes: aquella que ponía el acento en lo emocional, cuyo máximo representante fue Kandinsky, y la que subrayaba la importancia de la forma, cuyo representante fue Mondrian.
Por lo que respecta a Mondrian, en los numerosos artículos que publicó en De Stijl expuso sus ideas acerca de la purificación del arte. En 1920, apareció por primera vez el concepto “neoplasticismo” en un artículo que tituló “Neoplasticismo: principios generales de la equivalencia plástica”. Mondrian consideraba importante defender y racionalizar su obra a través de la palabra, de ahí que viese necesario la publicación de textos donde explicar tu teoría artística. En estos artículos, Mondrian defendió que el neoplaticismo trascendía el expresionismo alemán, puesto que conducía a la supresión del ego, del yo. Para Mondrian, el arte era lo universal, no lo personal, de ahí la deriva hacia la abstracción pura.
Durante los años que colaboró en De Stijl, entre 1917 y 1924, la pintura de Mondrian evolucionó hacia composiciones geométricas con intensos colores primarios (rojo, azul y amarillo), combinados con el blanco y el negro. Actualmente, dichas composiciones siguen siendo homenajeadas de diversas formas: neveras, mesas, bolsos, despachos, zapatillas, etc.
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